Normalmente solemos ver el calentamiento global como algo lejano, algo que probablemente no afectará a nuestro modo de vida. Asociamos el cambio climático al deshielo de los polos y glaciares, a la subida del nivel del mar, a la desaparición de especies… pero no tenemos en cuenta que el cambio climático también produce un aumento de las sequías aumentando el riesgo de desertificación.
Por este motivo, la organización conservacionista World Wildlife Fund (WWF) asegura que un 75% del territorio español está en peligro de sufrir desertificación. Un 20% ya lo sufre y advierte que habrá “sequías más graves” si no hay un cambio en las políticas ambientales.
Pero ¿realmente sabemos qué significa la desertificación?
La desertificación es un proceso complejo de degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas que se debe a múltiples factores, incluyendo la acción de las personas.
Los principales factores que pueden producir desertificación son la sequía y la presión humana sobre los ecosistemas. Así, estos dos factores provocarán efectos como el aumento de la aridez del suelo o el aumento de los incendios forestales. Si lo juntamos todo, la consecuencia final será la pérdida de suelo y vegetación o desertificación.
¿Cómo podemos abordar la desertificación?
Una prevención eficaz de la desertificación requiere que tanto la gestión local como las políticas a mayor escala fomenten la sostenibilidad de los servicios de los ecosistemas. Por esa razón, es recomendable centrarse en la prevención, ya que los intentos de recuperación resultan costosos y suelen ofrecer resultados limitados.
Por lo tanto, actuar de forma preventiva para evitar la desertificación está en manos de todos, gobiernos, población, organizaciones…
La implantación de sistemas de gestión ambiental, como los basados en EMAS o ISO 14001, el cálculo de la huella de carbono y el establecimiento de medidas de reducción de la huella o la integración de los ODS en la estrategia empresarial de las organizaciones son herramientas que ofrecen la posibilidad de analizar los impactos de las organizaciones sobre el medio ambiente y reducirlos de una manera eficaz y organizada. De esta manera, las organizaciones pueden contribuir a prevenir los impactos que deriven en desertificación al mismo tiempo que optimizan sus recursos.